22.10.09

JESÚS TOMÉ: LA ESPERA DE LA ESPERANZA

(Texto de la ponencia-recital que con motivo de las IV Jornadas de Patrimonio CFIE  de Ciudad Rodrigo dictó en 2008 Manuel Belda Rivero)



“Este – dirán – es el poeta, el hombre

que se logró cumplir en la esperanza;

pero que vivió su soledad de sombra

que no pudo vivir y fue orillada…”

(J.Tomé)



ACLARACIÓN
Naturalmente, este trabajo no es un estudio exhaustivo de la obra literaria de nuestro poeta. Pretende rastrear un poco por el fondo de sus versos, bajo la perspectiva de algo que considero esencial en su vida y, por supuesto, en su obra: la esperanza, la espera de la esperanza.

Por tanto no me detendré en la parte técnica y formal de sus hermosos endecasílabos -metro que utiliza con preferencia y que nadie como él domina - y dejaré que sean sus propias palabras, sus propios versos, sus propios poemas los que hablen.

En este sentido y de forma cronológica, según la aparición de sus libros, se recogen fragmentos o poemas completos en los que aparece esa esperanza, palabra que inevitable y constantemente se va a repetir.

Y desoyendo al mismo Jesús Tomé, cuando en el prólogo de su libro “Traigo esta tristeza” señala que reconoce que “no va con él una poesía para ser leída en alta voz, sino otra que quiere ser leída en intimidad, sin voz, solamente con alma”, pese a ello y sabedor de su indulgencia, intentaré llenaros en voz alta de sus versos, para que se escuchen por dentro. Para que resuenen y hagan eco en la pétrea Miróbriga. Para acercar, regresar, sacar del olvido y del exilio el sentir de ese poeta mirobrigense con mayúsculas, tantas veces olvidado, cuando no desconocido o ignorado. Porque, también los libros, la poesía de Jesús Tomé, son y serán parte de nuestro patrimonio en su sentido más amplio y verdadero.

Jesús Tomé Ramos nació en Ciudad Rodrigo, en 1927. Su infancia discurre entre Salamanca, Zamora y su ciudad natal. Ingresa, en 1940, en la Congregación Claretiana. Sus primeros versos los publica en Segovia, siendo aún muy joven. En 1953 es ordenado sacerdote. Cursa Filosofía, Teología completando sus estudios de Humanidades en la Pontificia de Salamanca. Profesor de literatura en distintos centros, en 1963 se traslada a Puerto Rico donde en un principio iba a permanecer cuatro meses que se convertirán en más de cuatro décadas, en las que desarrolla y sigue en la actualidad, una labor y dedicación intensas y fecundas en distintas facetas como profesor universitario, como editor, como articulista, ensayista… toda una vida de estudio y profesionalidad intelectual, humana y social.


Pero vayamos poco a poco desenredando el hilo de esa esperanza.

Hacia el final de la década de los pasados cincuenta, Jesús Tomé está considerado como un destacado poeta. Aparece en distintas antologías y revistas. Gana premios y sus libros empiezan a ver la luz

Y es precisamente en uno de los primeros, publicado en 1955, con el título de MIENTRAS AMANECE DIOS, título que es ya una clara alusión a la esperanza. Nos encontramos con un poeta esperanzado y expectante que se enfrenta a la vida bajo el prisma de la poesía sin renunciar a plantearse los problemas cruciales de la existencia. Más aún: abordándolos de lleno.

Las claves y las pautas del hilo conductor y común denominador de este estudio, la esperanza, se pueden leer en una entrevista a nuestro autor, publicada en la revista “Punta Europa”, en 1958. Podemos leer:
“Señalo el dolor en el mundo, instaurándolo en un sentido de amor por el que se cumple la esperanza que no es exactamente un optimismo y menos, un pesimismo. Ni tampoco una resignación estúpida o una invitación impotente o inanición…” Para concluir: “Soy una pregunta con interrogantes dolorosos bien clavados, que cree en la respuesta. Mientras llega, espero en silencio y amor y con verdadera sed…”

Sus palabras hacen innecesarios todo comentario. El poeta, el hombre, espera dar respuesta a sus interrogantes y a los interrogantes del mundo. Con amor. He aquí dos palabras clave a tener en cuenta: esperanza y amor.

HIJO DE ESTA TIERRA, de 1958, es galardonado con el premio internacional Lira de Oro, de la revista Lírica Hispana (Caracas). En él, la poesía de Tomé marcha por caminos de espiritualidad y espacios vitales en busca de sí mismo, tras la esperanza. Y escribe:

Sólo saben callarse los que esperan
Y por eso los muertos siempre callan..


A este poemario pertenece “Luz en el pozo”


“En nuevas oleadas llegan. Hombres.
Son hombres. Y preguntan. Nunca gritan.
Caminan en un pozo de tinieblas
donde la noche se hace y se divisan
estrellas. La pequeña luz sin brillo
de la esperanza se desprende y gira.
Nunca sale del pozo, se empareja
con el redondo límite. La miran.
Ella no para. Horadada en la alta noche…”


“¿Qué esperan vuestros ojos, si la luz es mortal?
- Pero nosotros hemos visto su estrella desde el pozo.”

Y concluye:


“Y en nuevas oleadas pasan. Hombres.
Son hombres. No preguntan. Y se ciegan.
De tanta luz como en el pozo brilla
se les colman las manos de tinieblas…

Y les crece el amor. Cada latido
se apresura a invadirlo una Presencia:
La esperanza es Dios mismo que se esconde
dentro de la ansiedad de los que esperan.”


1959. Jesús Tomé continúa su prolífica producción poética y publica, en Madrid, un libro más: SENDA DEL HOMBRE (Madrid, 1959) poemario donde al evolución vital del poeta se plasma en importantes sonetos como este que condensa su experiencia agónica de la esperanza.

SONETO SIN ESPERANZA
Te escribo sin aliento. Estoy sentado
en el borde del mundo con las piernas
colgando en el abismo como eternas
agujas de un reloj que se ha parado.
Detrás me queda el tiempo destrozado.
Y estoy clamando a Dios: “Tú que gobiernas
mi roto corazón, por qué me infiernas
a tener vida y corazón frenados?”

Cuando todo es así como una espera
donde ya es imposible esperar nada
porque todo está muerto y detenido,

y, mirando hacia atrás, se ve la hoguera
de nuestra vida inútil y apagada,
todo es tan triste como haber nacido

De esa llamémosla tristeza existencial que acompaña al poeta, se pasa a veces a caminos muy próximos a los místicos, San Juan de la Cruz, Santa Teresa…
Hambriento y loco voy. Deshombrecido.
Sintiendo retrasárseme la flecha
que marca mi esperanza insatisfecha
de no estar siendo, sin haber sido.
Una y otra y una vez se reafirma en la esperanza que quiere ser testimonio de una época que, según sus propias palabras, “parece haberse salido del cómputo de Dios y en la que Dios mismo ahonda su presencia haciendo más profundo y denso el ahogo de su silencio. Pero sólo para hacer más ardorosa y apremiante la sed de nuestra espera silenciosa…”

Verdad es la esperanza, lo que espera
nuestra extraña alegría de abrasados,
en este fuego-amor que diviniza.

El amor a la naturaleza, la fusión del paisaje en sus sentimientos, la evocación de la infancia , como un tiempo feliz, le llevan a escribir en un bello canto bucólico cuajado de ternura y. cómo no, de esperanza

Mira, nace la aurora clara y fría.
Volvamos al silencio y la fragancia
de los pinos; volvamos a la infancia
de la luz a esperar a la alegría.


Es preciso releer estos versos…”Volvamos a la infancia de la luz, a esperar a la alegría…” El binomio tristeza-alegría funciona constantemente en el suma y sigue de su espera. Una esperanza que, por momentos se oscurece, se diluye en la niebla. Y que se enreda en la angustia vital de un tiempo opaco. Que no esconde la cara ante la problemática del hombre de siempre. Que resurge chispeante como una llama, como un río…
Sobre la luz más clara. Te miro lentamente
mientras crece un silencio de llama en torno mío,
la esperanza se aquieta y brilla como un río
que hace lago su voz, su luz y su corriente.
En tanto Jesús Tomé sigue escribiendo el camino que se ha trazado en su producción poética. La búsqueda de sí mismo y de las respuestas a las grandes preguntas que penden sobre nuestra existencia le lleva a los territorios del llamado “silencio de Dios”. El poeta no permanece estático ante la realidad. Se implica, la desentraña. Y se apesadumbra.
Y publica, en 1960, posiblemente su libro más importante en su evolución literaria, TRAIGO ESTA TRISTEZA, Premio Ciudad de Barcelona 1958.
“He querido llegar -dice el autor en el prólogo- he querido llegar a una poesía de suma transparencia. Si prefiero el entre cristales quebradizo, la pura desnudez, y la delgada maceración, es para que se vea el poema por dentro. Todo el contenido interior libre de adherencias que distraigan la visión, lograda a fuerza de comunión entre la luz y el mirar. He pretendido también realizar una poesía de absoluta necesidad; que el verso se alzase de una plenitud en que todo el ser, embargado de universo, se abriese y se diese en cada palabra por fuerza de una intuición y de una vivencia maduradas en silencio y soledad interiores…”
Ya en su primer poema encontramos al poeta “esperándose” y desesperándose. Escribe:
Cada tarde, y a la hora
en que hace tristeza, vengo
a la sombra de las penas
a esperarme. Mucho tiempo,
igual que el polvo, me cae
sobre los hombros. Me quedo
tan largamente mirando
el camino, que, a lo lejos,
veo que no viene nadie,
que todavía no vengo…

El desasosiego, la angustia, se confunden en la noche:

Y llegará un momento
en que quieras hallar una salida.
Mirarás a lo lejos: Ni un camino.
Ni un camino llamándote hacia arriba.
Esto es un callejón, dirás. Y luego
te sentarás a ver. A ver si un día
le encuentras a tus pies algún motivo.
Pero vendrá la noche. Una agonía
cualquiera. Noche y noches. Y de nuevo
la mañana otra vez desde la línea
del alba. Y otra vez a esperar
¿Pero en qué? ¿Y hasta cuando es todavía?

No pienses en matarte. ¿Qué resuelves?
Eso no va contigo. Ni sabrías.
Puedes desesperar. Pero esperando
que te suceda Dios. En eso ahinca.

Tal vez llegue un milagro muy pequeño.
Sucederá que pase alguna hormiga.

La espera y la desesperanza. La esperanza y la desesperación. Y ese Dios lloviendo…


INÚTILMENTE estamos con los poros abiertos:
no llueve nunca Dios cuando se espera.
La lluvia quiere sorprendernos; viene
después que la esperanza está ya muerta.



Cuando, después de todo, nos tendemos,
-renunciando a esperar- en nuestra muerte
y nuestro polvo sube en grito, Dios
abre sus ojos con amor y llueve.

No quiere amarnos Dios por la esperanza.
Quiere amarnos por Él. (Y sin embargo,
es preciso esperar. Sólo el que espera
puede desesperar hasta el milagro.)

Hasta aquí, Jesús Tomé ha vivido preferentemente en la meseta castellana. Él mismo dirá en cierta ocasión que es un hombre de llanura y es en esta llanura, en esa llaneza de dentro y de fuera donde se cumple su esperanza. Además de Ciudad Rodrigo, Sigüenza, Aranda de Duero, Segovia, son algunas de las ciudades que difícilmente podrán escapar a las rimas del poeta. Una rima principalmente interior, sin estridencias.

De esa llanura, su compromiso vital, lo lleva al otro lado del océano, a Puerto Rico, donde se gana la consideración y el reconocimiento de su labor profesional, poética y humana. Paralelamente aparecen el olvido y el silencio que inexorablemente produce la distancia. Pero los versos que se escriben con el alma no se pueden ni borrar, ni olvidar por mucho mar que hay por medio.

La esperanza resurge, como un brote, en el verano de 1960. En las páginas de La Voz de Miróbriga, con motivo del I Congreso de Mirobrigenses Ausentes, aparecen unos poemas que, con el título de EL CORAZÓN DONDE ESTABA, recorren los años del poeta en su Ciudad Rodrigo. Son un canto de nostalgia a la infancia que se perdió en esas calles, que jugó por esos fosos y murallas, que escuchó la música fresca e idílica de sus caños y de sus fuentes o se bebió el silencio antiguo de sus plazas…Una infancia de la que partieron los caminos y a la que sólo regresará en contadas ocasiones.
Mi infancia es el recuerdo de algún niño
Que a golpes de esperanza se despierta
Entre asombradas sombras de murallas
y desvelados fosos sin defensa.
El deseo de volver, de retornar a Miróbriga, a su encarnadura, a su tierra, caracterizan estos escritos.
Por eso he de volver. Por eso vuelvo,
a vuelos casi rotos, a mi tierra
donde todo es posible todavía
donde aún la esperanza nos espera

Una vez más el poeta sediento de sus raíces vuelve a reafirmar su voluntad de volver, de regresar a Miróbriga. Un regreso que va más allá de lo puramente físico o geográfico. Que trasciende todos los exilios, dándole al corazón el lugar que le corresponde:
Retornaré a las plazas en que crecen.
siglo a siglo, silencios olvidados,
para que encuentre el corazón su sitio.
A las ya referidas palabras claves en la obra-vida de Jesús Tomé habría que añadir una más: muerte. O mejor la contemplación de la vida, de la existencia, “desde la muerte”. La muerte como respuesta y sin dramatismo de ninguna clase. Acaso donde la esperanza se haga realidad. Como si vivir fuera esperar la muerte. Pero sin desesperación, valientemente, convencido de que, de la otra parte, nos espera la esperanza:
Todo lo llevo en mí. Cuando me toque
pedir la paz -si hay paz para mi sangre-
quisiera descansar entre los nidos
de mariposas bajo el sol y el aire.

Cruzamos el mar de nuevo y volvemos a San Juan de Puerto Rico, a 1976. Jesús Tomé es premiado por su trabajo POEMAS PARA UN EXILIO, donde discurren la vivencia existencial del exiliado y el vacío de la soledad que le atenaza. El título del primer poema de esta obra, es revelador y resume parte del desolado y desgarrador sentimiento del poeta. De él entresaco algunos fragmentos:

CADA VEZ MÁS DISTANTE DE NINGUNA PARTE



Esta amarga ciudad que me rechaza.
donde ser extranjero es ser dos veces
candidato al olvido,
donde hilvanar los pasos de la noche
-para sentirte libre, respirando-
es caer en sospecha de asaltante,
me va empujando a la locura huraña
que se encierra en la sombra, entre sombrías
imágenes de horror inaplazable:
las manos pordioseras y sin hábito
entrelazando olvido, o estrujando
las formas de la ausencia;
el caos de la memoria sin bisagra
girando en torno a nada, hacia el vacío
donde se arrojan, muertos, los deseos,
porque todo fue inútil musaraña,
tiempo de nadie transcurrido en vano.



Luego la sombra de la mente, el vértigo,
la caída en picado y el regreso
a la infancia con baba; ya conozco
los síntomas pueriles:
la sequía
y el páramo febril del pensamiento
que se agarra a conceptos destrabados
que han perdido su rostro, cual monedas
de imposibles y absurdos intercambios;
el torpe balbuceo; los jirones
de una vida que a nadie le importa…

Y concluye:



Podría regresar. Pero ya es tarde.
Ni de allí ni de aquí. Tiempo perdido.
Vida en barrena. Soledad y herrumbre.
Cada vez más distante de ninguna
parte. Solo y perdido sin retorno
en la amarga ciudad que me rechaza,
donde ser extranjero es ser dos veces
candidato al olvido.

¿Amargura? ¿Resignación? ¿Dolor? ¿Incomprensión? ¿Qué ha sucedido?

La niebla ha bajado sobre el horizonte. Porque cuando se ha querido, amado, deseado la esperanza; cuando se ha soñado hasta la saciedad y la espera se alarga y se alarga, entonces esa misma esperanza puede llegar a la desesperación más cruda. Como un resorte, como una defensa…
… Sin otra compañía que los años
en que se ha vivido solo
con una desesperación sorda
como una lima…

Duros versos. Estremecedores. Escritos con la descarnada desnudez de esas palabras que subyacen en las crisis de la vida. Pero que están ahí y que adquieren una la desolación más extrema en su poema

EL SUICIDADO



Cuántos años o siglos suicidado.
Ignoro en qué ocasión me puse al cuello
la soga en que ha crujido mi garganta,
ni cuándo fue el momento en que, despacio,
la tierra fui empujando, hasta quedarme
suspendido del aire y sin aliento.

Me quedé sin palabras y sin mundo,
braceando en las sombras, intentando,
con pavor, hacer pie sobre la roca
de cualquier esperanza: sólo pude
apretar más el nudo que me ahoga.



Y así de estrangulado me convivo
Como muerto farol en la desierta
plaza del mundo. Sólo el viento a veces
viene a mecer mis pies. Me sobresalto,
me agito levemente, me convierto
en el pesado péndulo que mide,
con un ritmo que no tiene sentido,
mi eternidad de suicidado.
Sin embargo, el Padre Tomé, como así se le conoce en Ciudad Rodrigo, no va a dejarse atrapar en el nudo de la desesperación. A pesar de que la patria lo ha olvidado, a pesar de que su nombre ha sido desplazado “hacia el rincón sin forma del olvido”, pese a todo nuestro querido paisano va a seguir esperando su esperanza, buscando el eslabón perdido, desposeído de toda ambición, de toda gloria. Así se constata en su poema “Renuncia”


Por eso dimitido de la gloria,
desinflado de sueños y de astucias,
vive contigo mismo
y con los hombres
que construyen sin ruido una esperanza
igual que una ciudad sin ambiciones
en la que nadie sea más que nadie.
Llegamos, dando un espacio en el tiempo, a 1978. En el poemario LA CIUDAD, renace la esperanza más mansa, más serena, más curtida, al igual que sus versos:
Sólo el otoño da serenidad:
la esperanza se cumple en la paciencia
y conoce el secreto
de la alquimia del oro….

Y también:


La tristeza,
sólo el nombre será que adopte, a veces,
la alegría, al pensar que la esperanza
se cumple en el rodeo de la espera.


Ya en la cumbre de la línea cronológica que nos hemos marcado, a los ya mencionados libros de sugerentes y definitorios títulos: MIENTRAS AMANCECE DIOS, HIJO DE ESTA TIERRA, SENDA DEL HOMBRE, TRAIGO ESTA TRISTEZA, POEMAS PARA UN EXILIO, LA CIUDAD, hay que añadir sus VEINTE POEMAS DESESPERADOS Y UNA CANCIÓN DE AMOR, libro éste que enlaza irremediablemente con el hilo de la tela de araña de esa esperanza que hemos ido tejiendo de versos. Nada tiene que ver con el libro de Neruda.

Aquí el poeta alcanza una de las cotas más altas de su poesía en esas estrofas de armazón hermética, compuestas por quince versos los catorce primeros endecasílabos, cómo no, y el último heptasílabo y que se suceden inexorablemente casi en asonancia total. Versos de desesperación, de amor y desamor, largos, desiertos, desnudos, casi sin adjetivación, casi sin puntuación, casi sin esperanza…

VIII



Y, al no estar en tu sitio, ya no habitas
sino en la oscura noche del extinto
donde todo te ajena y te rehuye
como cuerpo que al sol se descompone;
ni el pasado te salva, aunque llegaste
a recorrer el círculo de fuego
en que basta un descuido de la muerte
para saber el nombre de la dicha,
ni el futuro tampoco, que ha olvidado
con qué metal de golpeadas hojas
se pueden fabricar las esperanzas;
desalojado estás y carcomido
-desde la piel al corazón del sueño-
por el terror de despertar a ciegas
de una muerte a otra muerte.
Es en 1981 cuando, coincidiendo con el II Congreso de Mirobrigenses Ausentes, Jesús Tomé recibe un merecido homenaje en su Ciudad Rodrigo. Homenaje que recuerdo especialmente, en el que tuve el honor de participar y que me dio la oportunidad de conocer a nuestro autor.

En octubre de este año y con la colaboración de distintas entidades locales y provinciales sale a la luz su ANTOLOGÍA POÉTICA, con prólogo, biografía y selección de Joaquín Galán Díez que realiza un exhaustivo, riguroso e inmejorable estudio de su obra y que viene a paliar la laguna que había al no encontrarse ninguno de sus libros por estar agotados.Ya en 1986, se publica en Madrid, POESIA ENTRE AMIGOS, donde aparece una selección de Jesús Tomé, al igual que de Emiliano Alvarado y Rufino Velasco.Y su obra sigue acrecentándose con su maravilloso poema MNEMOSINE, con sus libros MITOS Y LEYENDAS DE PUERTO RICO (1985), PANORAMA HISTÓRICO DE LA POESÍA EN LENGUA CASTELLANA, DE 1987. ambos de la Editorial Huracán, de San Juan de Puerto Rico. Además: COMO EL CAER DEL AGUA (1996), MIRAR Y CANTAR (una colección de canciones de corte tradicional) y más recientemente TRES CUADROS DE VAN GOGH que la magia de Internet nos acerca a nuestro conocimiento y donde vemos que perduran las señas de identidad de su obra y el alud de la espera y de la esperanza.

LA ALONDRA

Como querer cerrar todas las puertas.
Era como querer estar oscuro,
distanciando las sombras y sus muertas
voces. Y era querer estar seguro.

Era echar el seguro al pensamiento
para ver sólo vuelos verticales
de la alondra sin pies, viento en el viento,
sobre la hiriente paz de los trigales.

Era querer seguir los aletazos
en el azul canicular del cielo,
era querer sentir los pincelazos
del amarillo inmóvil casi en vuelo.
Era querer estar conmigo a solas.
Desesperadamente estar conmigo;
yendo y viniendo, estar entre las olas
de una mar de cielo y otro mar de trigo.


En la esperanza de haber contribuido con estas consideraciones y lecturas al conocimiento y reconocimiento de nuestro admirado paisano y de su poesía, termino con este poema que habla de esperanzas y de regresos. Que habla de su Ciudad Rodrigo como él sólo sabe hacerlo.

EL REGRESO

Desterrado de todo y de sí mismo,
peregrino que avanza entre misterios
que le ocultan el rostro, rechazado
de una verdad sin grietas que no guarde
dentro del corazón algún gusano,
sin un amor en que pasar la noche
tranquilo y ya saciados los deseos,
el hombre quiere anclarse y detenerse,
congregado en un centro y olvidado
de la espinosa luz del laberinto.

Por eso yo también, desamarrado,
torturador de rutas y horizontes,
cada vez más lejano de mí mismo,
con el nombre borroso por los hombres
que fui llegando a ser, sin ser ni un día
el que hubiese querido, voy buscando
un centro primordial que recupere,
para darles sentido, las dispersas
y desgastadas sílabas del nombre
que me dirán algún día quién he sido.

Y existe una ciudad que han levantado,
sobre las viejas piedras circulares,
los sueños fatigados, los deseos
que sienten el dolor de haber crecido
hasta olvidar la luz que perseguían;
ella sabe mi nombre; y porque escucho
la voz con que me llama, convocándome,
digo “regreso” igual que si ahora mismo
estuviera inventando la palabra,
creándola de nuevo, letra a letra,
con el polvo de todos los caminos,
y la oigo sonar con el murmullo
desandado y ansioso que desdice
todas las despedidas, la respiro
en ese amargo olor a “no me olvides”
que tiene la esperanza, la pronuncio
para dar olvido a las veredas
y países que sólo han existido
para hacerme sentir tan extranjero.
Pero quiero volver como el rocío,
sin que trompas triunfales alboroten
la paz azul en que se inscribe y fija,
con la vertiginosa letra de un vencejo,
nuestro oscuro destino. Sólo sueño
que un silencio de aromas sorprendidos
me permita escuchar mis propios pasos
por las calles y plazas y jardines
en que el niño que fui sale al encuentro
del hombre que ahora soy, pero sin duelo,
dichoso de saber que he regresado.


MANUEL BELDA RIVERO

IV JORNADAS DE PATRIMONIO:
PERSONAJES ILUSTRES MIROBRIGENSES
CIUDAD RODRIGO Mayo 2008



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